Volúmenes Lineales - 2008

BASTONES [Díptico]
17.5 x 190 x 5 cm
Madera Marfil, Madera Nogal y Madera Amarillo
2007
TEXTO CATÁLOGO TERESA SÁNCHEZ
Teresa Sánchez es una artista colombiana que esculpe la madera, a diferencia de nuestros principales escultores que trabajan los metales o la piedra. Más de veinte años de práctica y disciplina la han llevado a poder dialogar con este material vivo en forma admirable. Sus trabajos más recientes aparecen como elegantes Volúmenes Lineales, sencillos y complejos, austeros y sugerentes.
La artista se expresa desde hace muchos años mediante los lenguajes abstractos, inicialmente de carácter geométrico y con color, después con formas más sueltas, pero no por ello menos rigurosas. El color sobrepuesto cedió su lugar a las cromías propias de las diversas maderas, que son el corpus de su tabajo. En la trayectoria de esta escultora se evidencia un camino nada frecuente en las artes visuales contemporáneas: desde la abstracción geométrica hacia una morfología de curvas y volúmenes más orgánicos. La vía opuesta -de la naturaleza a la abstracción- tuvo y tiene muchísimos cultores; pero es raro encontrar un artista que abandona el terreno conocido de la geometría para adentrarse en la producción de formas libres.
Varios conceptos fundamentales sostienen la producción de Teresa. Uno es el uso de la línea, es decir del dibujo, como matriz primaria de sus esculturas. Otro, el de este elemento plástico entendido como forma abierta, ilimitada, que solo las dimensiones del material en bruto frenan. Y otro más, la composición de formas ondulantes o arqueadas que cohesionan el conjunto de la presente muestra.
Para comenzar, Teresa dibuja prolijamente su proyecto. Luego, traspasa ese dibujo a cada una de las caras del tablón elegido. Las maderas que utiliza provienen de la selva tropical y de las tierras de altura media: nogal, cedro macho, madera marfil, caoba, amarillo, cada una con sus características de fibra, dureza, color. Los tablones comercializados de estas maderas tienen tres metros de largo, por anchos y profundidades variables. La talla y pulido que hace la escultora estarán condicionados por todas estas pautas. Un taller industrial se encarga del primer corte hecho con sierra sin fin; en seguida, horas y horas de paciente labor manual personal van logrando cada escultura. Visión y tacto se combinan para ir configurando las curvas y contra curvas, lo cóncavo y lo convexo. Más que cortar, tallar, socavar, Teresa parece acariciar la madera con sus herramientas: formones y cepillos de vuelta, principalmente. El sentir las maderas, la evolución de los cortes progresivos, le es indispensable: las manos son otros “ojos” que van ajustando la idea hasta su completa materialización. El pulido final, prolijo hasta la obsesión, le da a cada pieza un particular satinado que realzan la cera natural o el aceite de linaza, agentes protectores y conservadores.
Algunas piezas son cuerpos únicos, verticales u horizontales y pensados para el muro. Las esculturas horizontales parecen más relieves que piezas tridimensionales, pese a que están trabajadas en todo su contorno. Varias rematan en sus extremidades con una forma añadida, trabajada en la misma o en otra madera contrastante. La leve oscilación, o la ondulación o la curva se condensan en estas terminaciones, contrapunto a la línea compositiva principal. La formalizan, en el sentido más riguroso del término. Y sirven de apoyo a la luz, que también juega un papel compositivo al generar varias sombras que enriquecen, conscientemente, la pieza. A veces, la escultura está constituida por varias formas onduladas que se acoplan en perfecto ajuste; pueden ser monocromas o bi-cromas, dependiendo de las maderas usadas. La imagen del río o la sucesión infinita del oleaje acuden como referentes casi obligatorios de estas composiciones.
Otras series se instalan suspendidas desde el techo. De soslayo pensamos en Calder y sus móviles, más de lejos en Rodchenko, y en las obras colgantes de Soto -especialmente en los Penetrables-. El recurso es hábil e individualiza estas “Péndolas” que renuncian al muro o al plinto para instalarse directamente en el espacio, cual enormes semillas de los que fueran árboles. De alguna manera, estas piezas magnifican el concepto mismo de escultura en tanto que forma trabajada en el espacio. Al estar suspendidas, tienen, virtualmente, movimiento. Podrían oscilar, o girar en su eje de suspensión.
En sentido contrario se levantan desde el suelo los conjuntos entendidos como instalaciones. Con múltiples elementos ascendentes, diversos pero coordinados formalmente, nos ofrecen otra posibilidad espacial: las piezas se dispersan en forma aparentemente aleatoria, el espacio las penetra, las diferencia y las aúna simultáneamente. Aunque estáticas, parecen ondular. Están germinando, están creciendo, están recordando su origen vegetal. Se rememora el bosque y su continua renovación. O el fondo marino poblado de algas que se mecen al compás de las mareas.
Recordemos aquí que las esculturas de la colombiana han sido exhibidas en casi todos los países americanos, comenzando por el propio Chile, en donde una obra suya participó en la muestra colectiva Pintura Colombiana Contemporánea, en el Instituto Cultural de Providencia, Santiago, en 1990. También en esta ciudad, otra muestra, individual, tuvo lugar en la sede de exposiciones de Extensión de la Pontificia Universidad Católica, en el 2000. Se trató de Orden y Naturaleza, exposición itinerante que recorrió las capitales del Cono Sur.
Estos dos tópicos, orden y naturaleza, sintetizan cabalmente el trabajo de Teresa Sánchez. La artista ordena, conceptualiza. La naturaleza le entrega formas inspiradoras, además de su material de trabajo. Del conjunto, del aunar los dos elementos mediante el proceso creativo, resultan espléndidas esculturas abstractas.
María Elviria Iriarte